De tal madre tal hija
Tres madres y una abuela que viven lejos de su país natal y, pese a la distancia, tratan de mantener vivas de la forma más natural posible algunas de las tradiciones relacionadas con el nacimiento. ¡El día del parto, mi madre casi empujaba al padre para robarle el sitio!
La reclusión como permiso de maternidad
Antes de llegar a Europa, Célestine vivía en Brazzaville. En su país, a la hora de dar a luz tuvo que elegir entre el hospital español y el hospital ruso. “¡Cuando vi a los bebés del hospital ruso totalmente envueltos, incluso los brazos, salí corriendo!" Célestine tuvo ocho hijos y su hija Poanzambé le “ha regalado” 6 adorables nietos, todos nacidos en España, con gemelas incluidas. Tras este doble nacimiento, Poanzambé recuerda que pasó tres meses en su casa. Durante todo este tiempo, los bebés no salieron a la calle, ni una sola vez. Tuvo parte de culpa el hecho de que las pequeñas nacieran prematuras, pero este no fue el motivo principal. Poanzambé hizo caso a las recomendaciones de su madre. En la zona de África de donde procede, esta “reclusión” de entre 3 y 6 meses es una tradición después del nacimiento. La abuela y las demás mujeres de la familia toman el testigo de la madre en la casa, para que ésta disfrute de una especie de permiso de maternidad para recuperar fuerzas y proteger su salud y la del niño, una necesidad vital para Célestine en esa situación concreta.
En el caso de Annie y Nathalie, nacidas en Togo, no hubo lugar para las dudas. Sus madres viven todavía en su país, pero esta separación física no las ha alejado de la tradición. Annie cuenta que Felicia, su madre, “siempre me habla al oído, siempre me ha dado buenos consejos”. Aunque Annie llevaba a su bebé “en la espalda”, no fue precisamente por tradición, sino simplemente por comodidad, pues veía que su bebé tenía mejor temperatura junto a ella que en su cuna. Según Poanzambé, “así puedes hacer cosas con tu bebé sin verte bloqueada. Y él está más tranquilo y llora menos”. A juzgar por el éxito de los famosos “canguros” y demás sistemas portabebés de estilo más occidental, todo parece indicar que esta madre no iba desencaminada.
Las caricias más beneficiosas, el poder de los masajes
En la actualidad, son legión los especialistas occidentales que no escatiman en elogios sobre este contacto con el bebé importado de otros continentes. Este contacto tan beneficioso sirve para nutrir la piel del recién nacido y también para potenciar su equilibrio afectivo. En palabras de Célestine, “en el Congo, desde que yo tengo uso de razón, nada más asoma la cabeza el bebé, ya empezamos a darle un masaje, para que esta sea redonda y bonita”. La práctica totalidad de los bebés africanos disfruta todavía de este masaje, del que se dice que acelera la osificación del frágil cráneo del recién nacido. En función del país, los masajes se realizan con un ungüento u otro. En el Congo, se trata de una pasta elaborada a base de aceite de palma y polvo de cola. De Togo, Annie y Nathalie se llevaron la costumbre de utilizar la manteca de karité, “porque hemos visto como nuestra madre, hermana, tía o prima la usaba o incluso hemos ayudado a aplicarla”. Y las dos apostaron también por lavar a sus hijos varias veces al día durante el primer mes. Esta tradición, fácilmente confundible por una higiene estricta, es más bien un ritual de purificación. Dice la tradición que, si no se respeta, el bebé crecerá con una “suciedad” que ya nunca podrá quitarse de encima.
La lactancia y sus tradiciones
Nathalie recuerda también la sorpresa, e incluso las reticencias, de parte de su entorno ante algunas de sus prácticas.“Por ejemplo, antes del parto, me atiborré de semillas de palma. En Togo, dicen que sirve para tener más leche.” Entre sus risas, añade que en su caso la tradición no se cumplió. Pese a ese contratiempo, pudo dar el pecho, igual que las demás mujeres. En función de cada caso, la lactancia dura de un mes a más de un año. Todas comparten la misma explicación, una suerte de convicción espiritual:“¡Si no das el pecho, el niño no te reconocerá!“ Y todas optaron también por las mismas prácticas a la hora de dar a probar otros alimentos a su bebé. Con el dedo, empezaron a dejarle saborear mandioca remojada con un poco de agua. ¡Ahora, en cambio, las mamás mojan el dedo en un tarro ya preparado!
Una presentación de bienvenida
Célestine, la abuela, acepta a regañadientes este cambio de prácticas. Por ejemplo, cuando sus pequeños nietos tienen tos les aplica unas hojas que trae de su país de origen. Especialmente en este punto, Poanzambé hace oídos sordos a los consejos de su madre y prefiere ir a la farmacia. Todo lo contrario de Annie, que acostumbra a utilizar el ungüento que su madre le da cada vez que viaja a Togo. Y tiene sus motivos: “¡Es la panacea!”.
También en la educación se observan similitudes y diferencias. Annie no tiene dudas y educa a su hijo “a la africana". No le digo mil veces: 'tesoro, no hagas tal cosa'. A la tercera, lo digo con una voz firme y convincente”. Poanzambé recuerda que Célestine le hablaba con la mirada cuando eran pequeños:“Con esto bastaba para tenernos firmes. Hoy, cuando se lo hago a mis nietos, me preguntan por qué les miro así...“
En cambio, a ninguna se le pasó por la cabeza enterrar la tradición de la presentación. Ante la primera salida al exterior del pequeño se organiza una ceremonia de “integración”. Y la ocasión puede ser a los ocho días del nacimiento o transcurridas varias semanas. A la ceremonia asisten normalmente el patriarca, los amigos y los niños, una ocasión que se convierte en una auténtica fiesta para dar la bienvenida al bebé.
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