Comer, ¿un acto natural?
El bebé tiene hambre, grita, llora, y tú le respondes proporcionándole alimento. La cosa parece simple y obvia, pero será necesario enseñarle a comer, y comiendo aprenderá los valores y costumbres propios de la sociedad en la que vive.
El rito de dar el pecho: la iniciación al placer de comer en compañía...
Tal vez pienses que dar el pecho es la cosa más natural y la menos complicada de todas las etapas de la alimentación de tu hijo, ¡pues no es así en absoluto! En ocasiones puede compararse al recién nacido con un animal, extremadamente ávido por comer. Se abalanza sobre el alimento: el pecho. Pero, al mismo tiempo que calmas su hambre, tú le proporcionas amor, creas un vínculo de afecto y aportas un granito de arena a sus hábitos de alimentación. Puede que ello requiera un tiempo más o menos largo de aprendizaje, tanteo y adaptación.
Hazlo según te convenga: cada vez que lo pida o cada tres horas, cómodamente instalada en una butaca, con un gran almohadón sobre las rodillas para que el bebé esté más seguro, desnuda para establecer el contacto "piel con piel", mírale a los ojos, háblale, sonríele, susúrrale una canción... Así es como los bebés aprenden mucho más de las comidas que el simple hecho de comer. Poco a poco descubrirán que la comida es un momento agradable y distendido, para disfrutar y compartir. Por eso es necesario acompañar, sentarse con ellos, hablarles y no limitarse únicamente a vigilar que no se atraganten o se salgan de la mesita de bebé. ¿Y cómo hacerlo cuando se tienen varios niños?
Comer en familia
Si te atreves, puedes hacer que coma con ustedes en la mesa o ir integrándolo poco a poco invitándolo, por ejemplo, ¡a venir a la mesa para el postre! Tu hijo aprenderá que comer es una actividad en sí misma, no un juego. Una actividad a la que le dedicamos su propio tiempo. Para demostrárselo, evita comer delante de él sobre el fregadero, delante de la nevera o mientras hablas por teléfono.
Deja que entre en la cocina, enséñale como preparas la comida, déjale que remueva, que mezcle, que chupe la cuchara, y enséñale el nombre de los distintos platos que hay para comer ese día.
¡Qué platos tan bonitos!
Existe un misterioso ritual, cambiante e irracional al que las madres llamamos obsesiones alimenticias, y que tiende a tener como resultado unas comidas más organizadas según las preferencias de tu pequeño, pero bastante alejadas de una dieta equilibrada. Aunque cedes a ellas con cierta reserva, tienes que admitir que tu hijo pequeño sin duda tiene sentido de la vista: ¡le encantan los platos bonitos! ¡Lo que importa es el color! Puede tener esta etapa de tendencia monocroma por el naranja (zanahoria), y luego pasarse semanas con una sutil y exclusiva combinación de dos colores complementarios: rojo y verde (salsa de tomate, pepinos), para finalmente cambiar de composición con ¡salchichón y queso! Tu retoño ha comprendido que cumpliendo con estos rituales ¡ilumina lo cotidiano, transformándolo! ¡Tranquila, es una afición pasajera!
Comer en el restaurante
Ir al restaurante con un bebé es mucho más fácil que hacerlo con un niño de corta edad que ya sabe andar (entre 12 y 18 meses) y que todavía come con las manos. A menos que encuentres un restaurante que cuente con un amplio patio, donde poder instalar a los jóvenes comensales en la mesa vecina con papel y lápices de colores, o que especifique "se aceptan niños" y reparta confites o regale juguetes con la comida, quizás ir de restaurante no sea la mejor idea. Los niños pequeños no tienen paciencia y parece que enseguida les da claustrofobia, no paran, quieren adueñarse de los tenedores, cuchillos y palillos, que pronto se transforman en armas temibles…
Maneras de comer
El abanico de aprendizajes referido a la forma de comer es muy amplio, desde el bebé que aprende a comer con la cuchara al niño curioso por saber usar el cuchillo. Durante los primeros años, los niños no sienten ningún interés por las distintas maneras de llevarse el alimento a la boca. Tampoco dan prioridad al trayecto más corto entre el plato y la boca: puede que quieran esparcir la comida por todas partes, experimentar con ella la ley de la gravedad, explorar el contenido del plato con las manos, apreciar su tacto (blanda, dura, líquida, resistente, pegajosa, caliente, fría, etc.) o ver qué sucede cuando se aplica como mascarilla capilar o facial.
A los más pequeños les interesa sobremanera saber qué cantidad de comida pueden ponerse en la boca de una sola vez, observar qué aspecto tiene una vez masticada y escupida, ¿cómo está mejor, masticada una sola vez o dos? Consciente de esto ¿qué puedes hacer tú para que las comidas transcurran lo mejor posible? Tienes que fomentar estos aprendizajes, que recogen desde fáciles experimentos hasta otros francamente repugnantes, si quieres que un día consiga comer solo. Sin duda es necesario cierto control por parte de los padres, pero para que la comida sea un momento agradable y sin tensiones, es preferible un niño con las manos pegajosas y la cara pringada de puré ¡a un niño limpio al que limpian con toallitas después de cada cucharada! Existe un término medio, resérvate un margen entre el respeto a la norma de las tres comidas, tus cambios de horario y las exigencias específicas de tu hijo.
El ritual de saber lo que es
Los alimentos son muy divertidos para los niños pequeños, constituyen una gran experiencia. Comprobarás que confunden con facilidad un producto comestible con algo que no lo es, que están dispuestos a probar cualquiera de esas cosas nuevas que tanto les fascinan: piedras, colillas, trozos de chicle seco, etc., ¡y también que creen que pueden tragárselas sin masticar! Es normal: sienten la necesidad de descubrir el mundo que les rodea. No te preocupes, desvía su atención ofreciéndole un objeto que pueda tocar. ¡Y acompáñale en sus exploraciones!