Colorantes, ¿buenos o malos en la infancia?
En los últimos años, la controversia con respecto al papel de los aditivos alimentarios en la salud de los humanos y, especialmente en los niños, ha sido común.
Los colorantes son un tipo de aditivo que se añaden a múltiples productos, entre ellos: cereales para desayuno, frescos, gelatinas, golosinas y salsas, para mejorar su presentación y aceptabilidad. En muchas ocasiones los colorantes se utilizan para enmascarar un cambio en el color natural del alimento que ocurre durante su procesamiento.
Existen los colorantes naturales, como los extraídos de la remolacha o de las semillas de achiote y los artificiales, cuya acción es mucho más evidente, como rojo 40 o amarillo 6, que comúnmente se ubican en las listas de ingredientes de las golosinas.
Desde hace varias décadas, se habla de una posible relación entre los colorantes artificiales y el riesgo de hiperactividad en niños, sin embargo, hasta el día de hoy no existe un consenso verdadero, que afirme que los colorantes causen esta condición.
Dicho esto, algunas personas han manifestado efectos favorables, al eliminar alimentos altamente procesados (con colorantes) de las dietas de sus hijos con desorden de hiperactividad.
Esto no es 100% probado, e idealmente debería consultarse a un profesional en salud, antes de realizar cualquier ajuste de este tipo en la alimentación.
En niños saludables, es importante que el consumo de alimentos altamente procesados, se realice con moderación, no sólo para reducir la ingesta de colorantes artificiales, sino también porque se asocian con niveles altos de azúcar y bajos de fibra.
En general, durante la infancia y a través de toda la niñez, se recomienda asegurar una dieta abundante en alimentos frescos, como frutas, vegetales, cereales, frijoles, lácteos, carnes y pescados, y limitada en productos altamente procesados y refinados. Evitar el exceso de aquellos alimentos que “colorean la boca” después de su consumo, es aconsejable.
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